Conocí a Octavio en agosto de 1984, hace casi 30 años, risueño, mamagallista, inteligente, estudioso.Su símbolo inconfundible era dibujar marranitos y , para el final de la carrera, nos tenía a todos los compañeros pintados en una pared del salón de Historia como un cerdito,con un apodo y el símbolo que con su ojo detallista nos había reconocido en todos.
Historiador crítico, estudioso, buen lector, pero su gran pasión intelectual ya desde esa época eran las matemáticas.
En seis años se consolidó una gran amistad entre todos los compañeros de Historia, una gran hermandad que ni el tiempo, ni la distancia debilitaron. Por eso nos sorprendió mucho su partida, pero también nos sentimos muy orgullosos de haberlo conocido, aprendido y reído con él.
Guardo ese último recuerdo de quien vino al Inem a principio del año a exponernos muy juicioso el trabajo en el Diplomado TIT@...y me siento feliz de haber sido su amiga!.
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